sábado, 8 de enero de 2011

Un punto negro y blanco


Está girando en el aire. Humedad. Un punto negro y blanco. Las luces la iluminan mientras baila sola. Llego a las alturas porque pablo y el de rulos trabaron. Para mí se alejo de los que la tratan con desprecio. Ahora está lejos. La quiero. Yo sé tratarla como ella se merece. Se protegerla de los rústicos, como Pablo. Igual tengo que reconocer que el cumple muy bien su rol en la defensa. El es el peaje entre el rival y ella. Pasarlo cuesta un tobillo inflamado.
Me estoy ahogando. Debe ser que el partido está por terminar. Y si no es eso, estoy hecho mierda. Que panza que tengo. Parezco sietemesino. Lo que me queda es el talento.
Veo que se me está acercando. Con ella puedo ser otro, sentirme importante. No ser un pinche de mi jefe. No ser el que lleva la plata a la casa, para ver que mi mujer esta todo el día con los chicos y entonces no pasa nada. No sentirme un salame que le paga al trapito para que no le rayen el auto en la puerta de la cancha.
El de barba candado me marca. Lo único que hace es forcejearme. Porque no se pone un kimono y hace yudo si quiere tironear remeras.
La tengo encima. Estoy cerca del arco de ellos. Es como si la modelo de mis sueños me encarase. No estoy preparado. Tengo que resolver en el momento. Mejor que saque un conejo de la galera porque si no estoy al horno.
Martin me la pide. Es un terrible morfon. La última vez que me la paso íbamos a sexto grado. Siempre hace la misma. La agarra, agacha la cabeza y empieza a correr. Si no entra con pelota y todo en el arco no vale. Parece mentira terrible boludon de treinta y cinco años seguir con la misma jugada pedorra. Eso sí, se banca todas las patadas. Le tiran a matar y el sigue. Es un talibán del gol.
Todas las jugadas en mi pizarrón. Panza y derechazo al ángulo. Se la paso a Martin. La mato, caño al de candado y a la ratonera.
No sé qué hacer.
Cierro los ojos y le doy con alma y vida, como viene.
El grito de gol me saca de la agónica incertidumbre. Muchos brazos y abrazos. Risas porque la metí de culo. Suena la chicharra. final del juego. Se me nublan los ojos.
Me la llevo abajo del brazo al vestuario. Somos el uno para el otro.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Disco eterno


La púa desgarra el vinilo
Y la música suena como el humo de un cigarro mal apagado
Historias de yeguas agotadas recorren las pistas
Guiadas por la voz del pirata de la angustia
El vinilo parece derretirse
La sonrisa cuadrada del artista observa desde el sillón
El final de un negocio redondo

Aponesis


El ventilador desparramaba las gotas de sudor en la habitación. Desde la cama ella toco la pared, y sus dedos estiraban la sombra como un chicle. El canto de la sirena la llevo al balcón. Una lluvia de vinagre caía sobre su cuerpo. Entonces bajo por la escalera caracol, y salió a la calle.
Atravesó los girasoles de metal que crecían del suelo. Vio al anciano tirado sobre el colchón teñido de sangre. La serpiente eléctrica recorría el cartel en llamas. Ella corrió en contramano. Una camioneta le hizo luces. La esquivo y la ambulancia se estrello contra una vidriera. Un hombre con su hijo, ambos vestidos con overol, entraron a la ambulancia y se robaron los tanques de oxigeno. El viento olía a nafta y se impregnaba en todo su cuerpo. Al pasar por la puerta del geriátrico se detuvo: vio a los ancianos abrazados bailando el cambalache.
Ella busco refugio debajo de la autopista, que se retorcía y lanzaba a los autos, en un espectáculo de cataratas inflamables. Al doblar la esquina se encontró con un payaso golpeando a las ratas con su paraguas multicolor. Las ratas se pusieron formaron una torre y lo tomaron de su cabeza. Devoraron su cerebro. Seres de algarrobo espantaron a las ratas. Después se subieron al colectivo y señalaron el camino al chofer. La naranja gigante aplasto al colectivo. Rebotaba por la calle y los edificios, destruyendo todo lo que tenía en su camino.
Desde la cúpula de la iglesia el cura hizo una plegaria, y disparo varias veces contra la naranja. La calle se inundo del líquido naranja. Ella vio un kiosco de revistas navegando el líquido. El kiosquero extendió su mano y la subió. Le dijo que estaba buscando la terminal, que ahí estarían a salvo. Ella contemplo el horizonte. Recordó los atardeceres frente al mar.
Cuando estaban por cruzar la avenida el asfalto se contrajo, y dio un latigazo. Los edificios se derrumbaron como un domino. Ella salto del kiosco directo a a la boca del subte. Rodo por las escaleras. Siguió rodando hasta golpearse contra una pared. Vio luz del otro lado del túnel. Camino con paso acelerado hacia la luz. Escuchaba su propia respiración. Entonces los vio: en la sala estaban sus dos hijos jugando con plastilina. Uno aplastaba ciudades con sus manos. El otro creaba personitas.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Manzana podrida


La oscuridad lleno los ojos de Juan. . El silencio se escurría como aceite por sus oídos. Estaba acostado boca arriba. Giro su cabeza. Pero raspo su frente contra una superficie plana. Quiso tocarse la cara pero no pudo. No podía mover sus brazos, limitado por el poco espacio que había. Cerró sus manos y las sintió sudadas. Podía escuchar su respiración como el viento ensuciado de tierra. Sus pies golpearon una tapa. La tapa de su envase. El sonido era metálico.
Escucho gritos. Cuando pudo concentrarse reconoció una voz del otro lado de la tapa. Era la del preceptor. Entre risas le dijo que corriese porque la bomba estaba por explotar. Juan era un experto en amenazas de bomba a la escuela. Disfrutaba viendo en cada evacuación la pelada enrojecida del preceptor, y la mirada fulminante de la directora hacia este.
Juan noto que lo levantaban del lado de sus piernas. La sangre inundaba su cabeza. Lo arrastraron como a una bolsa de papas. Mientras lo arrastraban noto que su envase se movía levemente hacia los costados, como si estuviese en una especie de capsula. Justo antes de vomitarse encima lo soltaron, haciéndolo golpear contra el piso. Ecucho el canto de los pájaros, y el sonido de las hojas de los árboles. Sus pies latían como estuviesen por explotar.
Pudo reconocer la voz del profesor de física. Lo escuchaba muy cerca. El le susurraba que por fin se iba a hacer justicia con el. Fue en una de sus clases donde Juan prendió la pastilla de gamexane y eso complico al asmático educador, que del aula fue directo al hospital.
Llorando Juan pidió que lo sacasen de su encierro. Prometió que no volvería a hacer de las suyas. Que en adelante iba a ser un buen alumno. Solo hubo risas a su alrededor.
La voz de mujer ronca solo podía ser la de la directora. La escucho apoyar el taco del zapato sobre la capsula. Le dijo que había tenido mucha paciencia. Que lo hubiera echado sino fuera por los aportes que su papa hacia al colegio. Pero que esa vez se había pasado de la raya. Habían encontrado las fotos en su mochila. Sabían de sus planes de empapelar la escuela con esas imágenes. Lo trato de boludo por no pensar que ella podía tener sus informantes. Le dijo que esa jodita no la iba a poder hacer y que ellos, los perdedores de siempre, se iban a reír de él cuando estuviese enterrado.
Mientras Juan escucho a la directora se orino encima. Le rogaba que lo liberasen. Que nunca iba a hablar de las fotos de ellos tres en la biblioteca. No tuvo respuesta. Escucho la pala excavando la tierra. Entonces Juan empezó a mover su cuerpo hacia los costados, haciendo oscilar la capsula.
El cuerpo de Juan comenzó a rodar, y la capsula giro hacia una pendiente. A medida que ganaba velocidad la capsula rebotaba contra el piso. Cada vez más rápido y fuerte rebotaba. El metal se deformaba sobre su cuerpo, y le abría heridas como lava hirviendo. Su respiración agitada escupía sangre. De repente la capsula se abrió como el capullo que se transforma en mariposa. Juan floto en el aire por unos segundos. Manoteaba el cielo como si quisiese de agarrarse de él. Pero cuando vio al sol se relajo, y se dejo llevar por la fuerza de gravedad hacia el piso.
Su vuelo termino contra una piedra, y sus ojos se llenaron de luz.

martes, 25 de mayo de 2010

Argentina

Mucho sur
Mucha tierra
Generosa en recursos
Muchos próceres
Muchos caminos
Muchas ideas
Mucho himno
Muchos inmigrantes
Mucha fe
Mucho ayudarse
Mucho humor
Mucho futbol
Mucho garca
Mucha garra
Mucho alambrado
Mucha villa miseria
Mucho buenos aires
Mucho talento
Mucha música
Mucha literatura
Mucha corrupción
Mucha desconfianza
Mucha herida sin cerrar
Mucha antinomia
Mucho caos
Mucha carne
Mucha hambre
Poca justicia
Mucho futuro

miércoles, 17 de febrero de 2010

La llamada


Silvia estaba mareada. Ama de la casa usaba delantal con flores .Apoyo el tubo del teléfono y termino la charla con la conductora. No se quería alejar de la mesa donde estaba el teléfono. Lo miraba fijo. Tenía miedo de desmayarse y no escuchar la llamada.
Su cabeza estaba en blanco. Como si una nube se hubiese metido y anulase sus pensamientos. Era la nena sentada en la vereda con el viento en la cara. Era el silencio antes del trueno y la lluvia.
La conductora del programa más exitoso de la noche la había felicitado, era la ganadora del premio mayor.
Lo último que le escucho a la diva fue “Silvia, divina, ahora corta que la producción te va a llamar para mandarte el fabuloso premio”
Nunca se imagino que esa frase podía ser para ella. Toda la vida había soñado escucharla. El premio mayor y Silvia juntos. La Diva y Silvia juntas . La Diva el premio mayor y Silvia bailando en círculos. Estaba mareada como un trompo.
Silvia vio que su mano izquierda, la que no estaba apoyada en la mesa para no caerse, estaba apretando el delantal. Cuando la abrió vio que la estampita del santo era un bollito de papel, y la guardo en el bolsillo.
Sintió el olor del risotto. Lo estaba preparando cuando la llamaron del programa. Volvió a la cocina y puso la pava en el fuego para prepararse un té de boldo. Después abrió el placard y saco la botella de whisky de supermercado. Se sirvió un vaso.
Pensó en llamar a alguno de sus hijos, pero no quería molestarlos porque seguro estaban con sus cosas que son siempre importantes
Pensó en llamar a su ex marido, pero prefería que la turra se enterase por la tele.
Pensó en que si usaba el teléfono, ocupaba la línea.
Silvia se imagino llena de joyas y pieles de zorro, viajando por el mundo y posando en las tapas de las revistas de la farándula internacional. En ese momento se sintió más ridicula que nunca.
Decidió terminar con el risotto, mientras escuchaba sonar al teléfono.

sábado, 6 de febrero de 2010

Liquido


El turista llego a la sala de espera. Su dedo índice hinchado , iluminado por un verde radioactivo que lo inquietaba.
La sala de espera era un pasillo largo y angosto, con paredes divididas por azulejos y concreto. El piso era gris y sobre el: dos grupos de cuatro sillas apoyadas contra la pared. Cuando el turista se sentó pudo ver que la sala tenia habitáculos. Cada uno tenia una cortina que no permitia ver su interior. Mientras jugaba aflojando y tensando el vendaje de su dedo, vio como un liquido transparente salía por debajo de una de las cortinas. Venia del habitáculo que estaba a su izquierda. En la cortina vio la sombra de una persona y escucho la voz masculina que se estaba quejando en un idioma que no podía entender. El liquido seguía desparramándose llegando hasta la mitad del pasillo , pero aun estaba lejos de su silla. Las quejas del hombre retumbaban en el espacio, pero nadie se le acercaba. El hombre reclamaba ,ahora en ingles, que hacia horas que estaba esperando y nadie lo atendía. Fue entonces cuando la cortina se corrió. Era un hombre de unos sesenta y largos. De estatura mediana, Tez morena , pelo y bigote blanco. El turista no pudo sacar la vista de las piernas del turco: eran mas anchas que lo normal. Ambas tenían un color violeta, y de una de ellas salía la sustancia incolora que había visto esparcirse.
El turco camino la distancia que los llevaba desde el habitáculo hasta la sala de emergencias, unos siete metros estimo el turista. Durante ese recorrido desparramo insultos , y ese liquido desagradable. Los gritos fueron tantos que desde la guardia salio una enfermera para hacerlo pasar . El turista se saco el vendaje para ver como estaba su dedo. El verde estaba mutando a un amarillo fosforescente . Se maldecía por haberse comido el pellejo ,desde ese momento lo consideraba un habito peligroso. Los gritos se estaban acercando de nuevo. Esta vez eran tres los que venían desde la guardia: el turco , la enfermera y un medico , que miraba el piso para no resbalarse. Mientras lo llevaban de nuevo al habitáculo , el medico le pedía al turco que se tranquilizara porque faltaba poco para que fuese atendido. El turco no lo escuchaba y gritaban que tenia que ir a un hospital publico porque era pobre , pero que la atención era pésima , y volvía a insultar. Esquivando los charcos el medico pudo huir del tronar insoportable del turco, que quedo aun mas alterado y con la enfermera. Ambos detrás de la cortina. Los gritos eran en estereo , también la enfermera gritaba que se calmase. Las sombras de la cortina mostraban a la enfermera tomando al turco de los brazos para acostarlo en la camilla , la sombra del turco era inflexible . Las sombras pasaron de ser dos a solo una , los ojales de la cortina se arrancaron del barrante y casi inmediatamente se escucho un golpe seco contra el piso. Los dos sombras estaban semitapadas por la cortina . El turista escucho su nombre desde sala de emergencia.